La crítica mezquina halla su más frecuente ocasión en el humor díscolo y altanero de los héroes. No descubre allí la fuerza profunda del linaje, la suficiencia individual, el confiado arrojo que hizo del abuelo español la consternación y la pesadilla del mundo (...)
Se olvida que muchos entraron iguales a la lid; que los separaba el más contrastado interés; que los acontecimientos habrían de traer con la prueba de las aptitudes la escala de la jerarquía; que los ánimos porfiados, finalmente sometidos, acreditan el genio de Bolívar; que en la escena de duelo desentonaba, más que el amoroso pastor, el rebaño de las bestias pacíficas (...)
Para los mansos la medalla de buena conducta; para nuestros héroes el monumento elevado y la estatua perenne (...) El los arrastra finalmente, y con tan digno séquito, como de bravos cóndores, preside la mitad del mundo desde el pico más alto y nevado de Los Andes.
Da cuenta de las omisiones de la historia, de lo que considera olvidado o relegado en la mirada del pasado. Contrasta con la vindicación de la desmesura, la ponderación del sometimiento de los ánimos porfiados. Connota el Delirio sobre el Chimborazo
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